Hace poco he escuchado de nuevo en mi rayado CD del Freak Show de Bunbury la frase "un poquito de amor en tiempos de guerra". Esta frase que Enrique dice justo antes de los primeros acordes del tema Gang Bang, que canta junto al autor del mismo, Nacho Vegas, me parece nunca mejor traída para los tiempos que corren.
El insomnio y la música son dos buenas excusas para que la mente funcione o para que uno se plantee las cosas desde un punto de vista más filosófico. He llegado a la conclusión de que la crisis económica que atraviesa el mundo ha desenmascarado definitivamente la mierda de sociedad en la que vivimos.
Más allá de una crisis financiera, el actual panorama internacional desvela que estamos inmersos en una auténtica crisis social y, probablemente, ante la fase final de una amplia etapa de la historia marcada por el capitalismo.
No sé qué va a pasar cuando la tormenta se calme -veremos cuándo- ni cómo va a salir el mundo de ésta, pero lo que me parece que está cada vez más claro es que algo importante habrá cambiado.
Lo peor es que, a pesar de todo, los pobres seguirán siendo pobres. Los ricos, ya veremos. Al menos los pobres tienen la esperanza de alcanzar la felicidad, y no tienen mejor tesoro que la fuerza de la propia esperanza. Los ricos no sueñan con alcanzar la felicidad, sólo intentan comprarla, acabar con el problema con un pase de Visa Oro. La idea tiene un eslogan: la felicidad no se compra. Para todo lo demás, Mastercard.
La política ya no ofrece soluciones, el capital ha agrandado aún más las diferencias y en las aulas no se inculcan valores, sólo se enseña a ser competivos.
El sentido comercial de las cosas lo ha invadido todo, incluso las manifestaciones antropológicas más primitivas. En la música o en la literatura el gran público apuesta más por lo que se le vende a base de machaqueo en la tele y en la radio que por aquello que realmente tiene interés.
Por suerte, en medio de este inmenso océano de intrascendencia y de mierda comercial que sólo sirve para adormecer mentes, queda un oasis de gente que está dispuesta a seguir demostrando que a través de una canción, de unas líneas, de un reportaje, de un cuadro o de una película, se puede aportar algo a la sociedad, hacer que la vida de la gente sea mejor. O lo que es lo mismo, conseguir que alguien se emocione.
Por eso, la frase del principio cobra en estos tiempos mayor importancia si cabe. En una época decadente como ésta, en la que ni el dinero ni las armas salvarán al mundo, siempre nos queda la esperanza del amor. Por eso os invito a todos a que hagamos caso a Enrique y entre todos le pongamos al mundo un poquito de amor a estos tiempos de guerra.
Como quiera que te llames, seas de donde seas, pienses lo que pienses sobre el tema que se te ocurra, aquí tienes un espacio de libre opinión sobre este recóndito lugar de la galaxia llamado Huelva
jueves, 5 de febrero de 2009
Un poquito de amor en tiempos de guerra
Publicado por Jesús Pulido en 15:52
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